viernes, 12 de agosto de 2011

HAY UN LUGAR EN EL CAMINO

Hay un lugar, allá en el Camino, donde el viajero exhausto puede detener sus pies doloridos, sin tener que mirar atrás.

Anoche, el susurro del viento me lo dijo.

Hay un lugar, allá entre los vaivenes del Camino, donde el peregrino solitario puede refrescar su alma cansada sin miedo a ser él mismo.

Anoche, mientras sondeaba el futuro incierto oteando más allá de las estrellas, el susurro del viento me lo dijo.

Hay un lugar, allí, allí mismo, en el Camino, donde el espíritu perdido puede encontrar refugio y dormir sin miedo a soñar con el peligro.
Un lugar donde el viejo caminante incomprendido encuentra descanso junto a las aguas de un profundo arroyo. Donde duerme como cuando era niño, y al despertar y ver su propio reflejo en esas aguas, es capaz de sonreír, alegre, comprensivo.

Porque hay un lugar en el Camino.
Anoche, cuando lloraba buscando a alguien a través de los cielos, el susurro del viento me lo dijo.

Allí amar no es un juego, donde gana quien más daño causa, quien más miente, quien más calla. Allí amar y querer van de la mano, cantando, bailando, sin parecer ridículos ni extraños. El amigo no se olvida, no traiciona; da sin pedir a cambio.

Anoche, cuando vi de nuevo la sombra oscura creciendo en su esquina, el susurro del viento me lo dijo.
Y yo le pregunté cómo encontrarlo.

Hay un lugar, me dijo… un lugar… donde podrías pararte a descansar, caminante solitario, y dejar por fin tus miedos. Ser tu mismo sin temor a ser juzgado.  En él comprenderás a quienes te defraudaron, perdonarás a todos los que alguna vez te hicieron daño. Podrás dejar atrás todas las cargas, para marchar de nuevo hacia donde el Camino te lleve, ligero al fin de pesares y fantasmas.

¿Vienes?

Dame la mano. Soy el viento susurrante y te lo digo.
Hay un lugar en el Camino.

¿Vienes, te digo?

Sé que andas de nuevo asustado, perdido. Que hiciste un alto en tu propio caminar para tender la mano a un joven espíritu, y ahora todo en él se ha tornado en espejismo. En otra nube de humo que se pierde en jirones, trayendo consigo el hastío.
Caminante solitario, imaginaste un puente, y no era más que otra piedra en el Camino.

Por eso te pregunto ¿vienes conmigo?
Dame la mano. Soy el viento susurrante y te lo digo.
Hay un lugar, allá en el Camino.

El viento ya no sopla. Las sombras han crecido.
¿Queréis saber dónde estoy? Buscadme en el Camino.

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