jueves, 23 de febrero de 2012

EL ESPÍRITU DEL GUERRERO


EL ESPÍRITU DEL GUERRERO

Aunque se nos ha hecho creer que si dejamos de aferramos acabaremos sin nada, la propia vida demuestra una y otra vez lo contrario: que el desprendimiento es el camino que lleva a la auténtica libertad.
Así como las olas no causan ningún sufrimiento a las rocas al chocar contra ellas, sino que las erosionan y esculpen dándoles bellas formas, también los cambios pueden moldear nuestro carácter y suavizar nuestras aristas. Mediante los cambios podemos aprender a cultivar una compostura apacible pero inconmovible. Nuestra confianza en nosotros mismos va en aumento, y llega a ser tan grande que la bondad y la compasión empiezan a emanar naturalmente de nosotros y a llevar alegría a los demás. Esta bondad es lo que sobrevive a la muerte, una bondad fundamental que está en todos y cada uno de nosotros. Nuestra vida entera es una enseñanza sobre cómo descubrir esta poderosa bondad y un entrenamiento para realizarla.
Así, cada vez que las pérdidas y las decepciones de la vida nos dan una lección sobre la impermanencia, nos llevan más cerca de la verdad. Cuando se cae desde una gran altura, sólo hay un lugar al que se puede ir a parar: al suelo; el suelo de la verdad. Y si se tiene la comprensión que proviene de la práctica espiritual, la caída no es en absoluto un desastre sino el descubrimiento de un refugio interior.
Correctamente entendidos y utilizados, los obstáculos y dificultades a menudo pueden resultar una fuente inesperada de energías. En las biografías de los maestros se observa con frecuencia que de no haberse enfrentado a obstáculos y dificultades no habrían descubierto la fuerza que necesitaban para superarlos. Este fue, por ejemplo, el caso de Gesar, el gran rey guerrero de Tíbet, cuyas hazañas constituyen la mayor epopeya de la literatura tibetana.
Para los tibetanos, Gesar no sólo es un guerrero en el plano de las armas, sino también en el espiritual. Un guerrero espiritual es una persona que ha desarrollado una clase especial de coraje, alguien de por sí inteligente, apacible e intrépido. Naturalmente, los guerreros espirituales todavía pueden tener miedo, pero aun así son lo bastante valerosos para saborear el sufrimiento, para relacionarse claramente con su miedo fundamental y extraer sin evadirse las lecciones de las dificultades. Como nos dice Chógyam Trungpa Rimpoché, llegar a ser un guerrero significa que «podemos cambiar nuestra mezquina lucha en pos de la seguridad por una visión mucho más vasta, una visión de intrepidez, apertura y auténtico heroísmo…».8 Entrar en el campo transformador de esa visión mucho más amplia es aprender a estar a nuestras anchas en el cambio, y a hacer de la impermanencia nuestra amiga.

Sogyal Rimpoché “El Libro Tibetano de la Vida y de la Muerte”.