domingo, 28 de agosto de 2011

MENTIRAS

   Que no os engañen. Porque es mentira. Una más, de entre todas las grandes falacias que sustentan nuestro día a día, precariamente erigido entre espejismos de inestabilidad social y política.
   Es mentira, digo. Que el Hombre, el Ser Humano, esté tan corrompido como pretenden hacernos creer. Llevamos décadas sometidos a un continuo bombardeo mediático plagado de noticias funestas, catastrofistas; enfoncadas hacia el lado más oscuro y denigrante de nuestras almas. Antes, hasta hace no mucho tiempo -ingenuo de mí- vivía convencido de que semejante despliegue "halagüeño" respondía en gran medida a las oportunistas políticas de los medios, siempre dispuestos, con esa alegría que les caracteriza, a exprimir cualquier filón propicio para llenar las arcas. Sin embargo, ahora no lo veo así.

   Y es que no se trata de eso. En absoluto. O al menos, NO SOLO de eso. Hay algo mucho más grave oculto tras dichas tendencias. Una forma más sutil de adoctrinamiento, de lavado de cerebro que, junto con los opiaceos de sobra conocidos por todos: fútbol, religión, telebasura... está consiguiendo (ha conseguido ya, me temo) su fin más peligroso: adomercernos, convertirnos en figuras grises, abotargadas, convencidas de que nada se puede hacer, y, lo que es peor -desde mi punto de vista, el pecado más absoluto-, robarnos la fé en nosotros mismos, como especie. En nuestra bondad y nuestras capacidades.

   Y es que a fuerza de crecer con ello, de convivir con ello día a día, semana a semana, uno termina sucumbiendo paulatinamente a la sensación de horror, de desesperanza que lo impregna todo. Es lo que nos muestran. Violencia, asesinatos, maltratos, guerras. El problema, además, es que ahora no se limitan a contarnos, como antaño, los Grandes Horrores; aquellos que, aun cuando sobrecogedores, por su condición excepcional -en el tiempo, en sus formas- nos permitian mantenernos ajenos, alejados, una vez se apagaba la radio o se cerraba el periódico. No; ahora nos enseñan las miserias cotidianas, de la calle. De alguien que puede ser tu vecino, tu amigo, el tendero de la esquina a quien llevas comprándole el pan diez años. Y eso, claro, lo vuelve más cercano, lo hace real, capaz de afectar directamente a nuestras vidas.
   Pero repito, no os dejeis engañar. ES MENTIRA. Mirad tan solo a vuestro alrededor con otros ojos. Por cada marido que mata a su mujer; por cada hijo de puta que maltrata a un animal, o se lia a tiros; o viola, o en fin, muestra alguno de los aspectos más oscuros del Hombre, hay cientos, miles, que a lo largo de sus vidas anónimas y calladas, llevan a cabo acciones en apariencia insignificantes, capaces de elevar nuestro espíritu muy por encima de esa iniquidad a la que supuestamente estamos condenados. Gentes normales, que no salen en los telediarios, ni maldita la falta que les hace, que representan gran parte de cuanto somos y de cuanto hemos conseguido a lo largo de la historia, dignificándonos como Raza en su conjunto.
   Así que miradlos a ellos. Y que revienten los medios, los políticos, y los manipuladores de nuestros sueños, de nuestras esperanzas.
   
   Su Historia no tiene por qué ser nuestra Historia.

jueves, 25 de agosto de 2011

HUMANOS, solo HUMANOS

   Cometí MUCHOS errores... Lloré por quien no debía, y reí con FALSAS amistades. Tropecé dos veces con la MISMA piedra y cuando dije nunca más, me empujaron y caí estampado por tercera vez. Perdoné demasiado... Callé TE QUIEROS, que por miedo, se quedaron en el aire. Callé VERDADES... por no hacer daño... Abracé a personas que NO SE MERECIAN ni el roce de mi piel. Disfruté de pequeños detalles, y aprendí, poco a poco, en qué consiste la vida... En que consiste vivir.

viernes, 12 de agosto de 2011

LO DE PÉREZ REVERTE (mi carta y su artículo basado en ella)


SOBRE PADRES, PERROS Y GORRIONES
 
  La perra color canela. Así se llama el último artículo que acabo de leer, después de una agradable y nublada tarde de sábado poniéndome al día sobre su columna en la revista El Semanal, Don Arturo.
 Como siempre, me ha hecho sonreír con ironía cómplice en la mayoría de las ocasiones. A ratos soltar unas buenas carcajadas. Y durante todo el tiempo de lectura, sin excepción, pensar y reflexionar sobre mil y una cosas.
Hoy, sin embargo, este último artículo me ha obligado a parar. A detenerme tras su punto y final para llevar la mirada perdida más allá de la ventana (una ventana amplia y enrejada, testigo mudo de tantos fracasos, fantasmas, alegrías y esperanzas) y dejar salir, al fin, una lágrima retenida durante demasiados días.
Por un gorrión. Así, como suena. O, más bien, por una cría.
 
Mi nombre es Jesús. Nací en Madrid, pero con tan solo un añito vine a parar a Málaga, a este pedacito de costa bañado por un mar viejo y sabio que usted bien conoce y, como yo, tanto ama.
Voy camino de cumplir los treinta y aquí sigo, junto a él. Recorriendo la línea difusa del día a día al socaire de sus olas, de sus mareas. De sus típicas resacas. Pasando temporadas enteras sin verlo, a pesar de sentirlo tan cercano. Y otras leyendo novelas (algunas suyas), o tan solo escuchando, sentado al atardecer en la tibia arena de sus playas.
La cuestión es que hace dos días, mientras paseaba con mi perro, un collie precioso con algo de Pastor Belga, vi como una pequeña cría de gorrión caía de su nido al césped del pequeño jardín que rodea el bloque donde vivimos. Aún no podía volar, aunque ya tenía plumas y lo intentaba desesperadamente, tratando de volver a su hogar, allá en el árbol. Nos quedamos parados, Simba como siempre observando con las orejas tiesas, la cabeza ligeramente ladeada y una mirada de intensa curiosidad, y yo indeciso sin saber muy bien que hacer en aquellos primeros instantes.
Intentaba recordar algo sobre pájaros, saber si los padres tenían alguna posibilidad de salvarlo estando allí abajo, o tan siquiera de verlo, confundido entre el césped y las plantas. La Naturaleza es sabia –al menos eso dicen-, sé que en la época de cría muchos polluelos corren la misma suerte y, supongo, mueren. Pero no podía quedarme indiferente contemplando cómo aquella diminuta criatura saltaba desesperada de un lado otro (no después de haber visto crecer a mi perro; de haberle mirado a los ojos cientos de veces consciente de su inteligencia, de su alegría innata, de su lealtad absoluta. No después de haber entendido hace mucho tiempo –y gracias a él- que cada ser vivo, por pequeño que sea, debe sentir y sufrir, a su manera, igual que nosotros). Me puse debajo de los árboles, mirando hacia arriba, tratando de atisbar entre las ramas, por si veía el nido y podía subir hasta él con el polluelo.
Era imposible, o al menos bastante complicado, teniendo en cuenta que iba a necesitar las dos manos para trepar.
Al final, sin estar demasiado seguro de semejante decisión, opté por llevarlo conmigo a casa con la idea de salvarlo de los gatos que siempre merodean por el vecindario (y con los que mi perro, por cierto, mantiene una curiosa relación de vive y deja vivir). Entre mi madre, mi hermano y yo le hicimos un pequeño nidito improvisado mientras pensábamos en la manera de ayudarlo. Como vivimos en un primer piso cuya terraza da al jardín optamos por dejarlo allí, dentro de su precario nuevo hogar. Y al cabo de un rato los padres  ya lo habían localizado, viniendo cada poco tiempo a darle de comer. Creímos que esa era la solución. Sin embargo otros pájaros más grandes también empezaron a mostrar “excesivo” interés por él. Así que tuvimos que desistir.
En fin, para no hacerme pesado, le diré que pasamos el resto de la tarde tratando de encontrar la mejor manera de salvarlo. Con cartones le construimos una caja-nido, protegida por arriba de posibles depredadores, pero así le era muy difícil a los padres alimentarlo. Bajé a comprarle comida (una papilla especial para polluelos), tras decidir convertirme en su familia adoptiva hasta que aprendiese a volar. Y debo reconocerle que verlo temblar asustado, tratando de huir de nosotros a pesar de sus pocos días de vida, piando para llamar a los suyos, me partía el alma.
Pero había que hacerlo. Entré en Internet y encontré (quién lo iba a decir) foros específicos, donde cientos de personas enfrentadas a situaciones similares daban consejos sobre la mejor manera de cuidarlos. Lo sostuve entre mis manos, confiriéndole  todo el calor posible mientras con una jeringuilla le daba de comer, y así, supongo que extenuado por el miedo y la debilidad al fin se quedó dormidito.  Lo dejé en el nido improvisado, entre pequeños trozos de mantas, completamente arropado. De cuando en cuando, tal y como había leído en el foro, me acercaba muy despacito y le silbaba suavemente, para que se familiarizara conmigo. Y a la cuarta o quinta vez medio abrió esos ojillos oscuros para piarme.
Ay, esa mirada, Don Arturo…
Sé que solo era un polluelo, una cría de gorrión más, de los cientos de miles que pueblan nuestros árboles. Pero esa mirada me traspasó. No sé que define la inteligencia, ni que grado de conciencia real puede llegar a tener un pajarillo diminuto, sin embargo allí había algo. Reconocimiento, miedo, indefensión… tristeza. Que se yo. Y me recordó los primeros días de convivencia con Simba, cuando nos lo trajeron metido en una caja de perfume, con apenas quince o veinte días de vida, y aún sin destetar, por culpa de algún descerebrado. Aquellas noches de lloriqueos continuos hasta que lo subía conmigo a la cama y se tranquilizaba, acurrucado entre mis brazos (aún hoy con casi nueve años, sigue prefiriendo rincones estrechos para tumbarse, tratando de buscar inconscientemente el calor prematuramente perdido de su madre y sus hermanos).
El caso es que durante aquella noche me levanté varias veces para ver como seguía el pajarillo. Dormía, pero no las tenía todas conmigo. Y, por desgracia así fue, Por la mañana cuando desperté para ir a trabajar el animalito había muerto. De pena, pude saber mas tarde, gracias al foro. Por no estar junto a sus padres.
No fue un buen día, desde luego. Tenía ganas de llorar. Sin embargo el sentido común me decía que sería una reacción absurda. Que estaba a punto de cumplir treinta años y solo se trataba de un pajarillo. Y que había pasado por momentos mucho peores. De manera que me tragué las lágrimas, junto con la rabia y la sensación de impotencia. Pero no pude dejar de pensar.
¿De que carajo sirven tres mil años de supuesta civilización, una carrera y que se yo, si ni tan siquiera nos preparan para lo más fundamental?  ¿Quiénes nos creemos que somos? A pesar de estar movido por la mejor de las intenciones, decidí disponer de la vida de un ser vivo sin tener ni la mas remota idea de cómo poder serle útil. Sí. De haberlo dejado allí, en el jardín, seguramente habría terminado en la panza de un gato, o habría muerto de pena… Pero igual no. Igual sus padres habrían encontrado una manera de mantenerlo a salvo. Ellos llevan aquí unos cuantos millones de años más que nosotros, pasando por lo mismo una y otra vez, y maldita la falta que les hemos hecho nunca.
Así pues, mire usted por donde, Don Arturo. La “insignificante” vida de una cría de pajarillo me provocó, durante los días siguientes, una pequeña “crisis” que me hizo plantearme muchas cosas y volver a pensar en esta pseudo-existencia que nos hemos fabricado, donde muchos lo pasan realmente mal y unos pocos se lo llevan todo. Donde hombres y mujeres honrados, como mis padres, desgranan toda una vida trabajando hasta el agotamiento con la esperanza de ofrecerles un futuro mejor a sus hijos, y de pronto se encuentran con una mísera jubilación que apenas les da para comer y la certeza demoledora de que también ellos han sido utilizados y engañados por quienes salen en la tele prometiendo y diciendo tal cúmulo de imbecilidades.
  Así que por eso esta lágrima, Maestro. Por ellos, mis padres, que perdieron hace mucho la fe en Dios y, al final de sus días, también han perdido la fe en el ser humano. Por la cría de gorrión, caída en el jardín equivocado. Por todos los perros y animales abandonados que mueren a cada momento o son maltratados en cualquier rincón del planeta. Y en definitiva, por haber dejado que nuestra condición de seres inteligentes nos convirtiese en seres crueles y retrasados.
 Como usted dice de cuando en cuando, lo que nos vamos a reír unos cuantos mientras todo esto se va al carajo.
 
 
                                                                                       Jesús García-Rojo






Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte




UN COMBATE PERDIDO







No es preciso recorrer campos de batalla. Hay combates callados, insignificantes en apariencia, que marcan como la más dramática experiencia. El episodio que quiero contarles hoy no está en los libros de Historia. Es humilde. Doméstico. Pero trata de un combate perdido y de la melancolía singular que deja, como rastro, cualquier aventura lúcida. Empieza en el césped de un jardín, cuando el protagonista de esta historia encuentra, junto a su casa, un polluelo de gorrión. Ya tiene plumas pero aún no puede volar. Lo intenta desesperadamente, dando saltos en el suelo. Observándolo, Jesús –lo llamaremos Jesús, por llamarlo de alguna forma– se esfuerza en recordar lo poquísimo que conoce de pájaros: si los padres tienen alguna posibilidad de salvar al polluelo y si éste acabará por remontar el vuelo, de regreso al nido. La Naturaleza es sabia, se dice, pero también cruel. Cualquiera sabe que muchos pajarillos jóvenes y torpes caen de los nidos y mueren.

Un detalle importante: a Jesús lo acompaña su perro. El fiel cánido está allí, mirando al polluelo con las orejas tiesas, la cabeza ladeada y una mirada de intensa curiosidad. Como todos los que tienen perro y saben tenerlo, Jesús no puede permanecer impasible ante la suerte de un animal desvalido. Tampoco puede irse por las buenas, dejando a aquella diminuta criatura saltando desesperada de un lado a otro. No, desde luego, después de haber visto crecer al perro, de leer en su mirada tanta lealtad e inteligencia. No después de haber comprendido, gracias a esos ojos oscuros y esa trufa húmeda, que cada ser vivo ama, sufre y llora a su manera. Así que Jesús busca entre los árboles, mirando hacia arriba por si encuentra el nido y puede subir hasta él con el polluelo. Pronto comprende que no hay nada que hacer. Pero la idea de dejarlo allí, a merced de un gato hambriento, no le gusta. Así que lo coge, al fin, arropándolo en el bolsillo del chaquetón. Y se lo lleva.

En casa, lo mejor que puede, con una caja de cartón y retales de manta vieja, Jesús le hace al polluelo un nido en la terraza que da al jardín. Y al poco rato, de una forma que parece milagrosa, los padres del pajarito revolotean por allí, haciendo viajes para darle de comer. Todo parece resuelto; pero otros pájaros más grandes, negros, siniestros, con intenciones distintas, empiezan también a merodear cerca. No hay más remedio que cubrir el nido con una rejilla protectora, pero eso impide a los padres alimentar al gorrioncito. Jesús sale a la calle, va a una tienda de mascotas, compra una papilla especial para polluelos e intenta alimentarlo por su cuenta; pero el animalillo asustado, temblando, trata de huir y pía para llamar a los suyos, rechazando el alimento. Eso parte el alma.

Jesús, impotente, comprende que de esa manera el polluelo está condenado. Al fin decide buscar en Internet, y para su sorpresa descubre que hay foros específicos con cientos de consejos de personas enfrentadas a situaciones semejantes. Siguiéndolos, Jesús da calor al polluelo entre las manos mientras le administra la papilla gota a gota, con una jeringuilla; hasta que, extenuado por el miedo y la debilidad, el gorrioncito se queda dormido entre los retales de manta. Quizás al día siguiente ya pueda volar. De vez en cuando, tal como ha leído que debe hacer, Jesús se acerca con cautela y silba bajito y suave, para que el animalito se familiarice con él. Hasta que al fin, a la cuarta o quinta vez, éste pía y abre los ojillos, con una mirada que pone un nudo en la garganta. Una mirada que traspasa. Jesús no sabe qué grado de conciencia real puede tener un pajarito diminuto; sin embargo, lo que lee en esa mirada –tristeza, miedo, indefensión– le recuerda a su perro cuando era un cachorrillo, las noches de lloriqueo asustado, buscando el abrazo y el calor del amo. También le trae recuerdos vagos de sí mismo. Del niño que fue alguna vez, en otro tiempo. De las manos que le dieron calor y de las aves negras que siempre rondan cerca, listas para devorar.

Por la mañana, el gorrioncito ha muerto. Jesús contempla el cuerpecillo mientras se pregunta en qué se equivocó, y también para qué diablos sirven tres mil años de supuesta civilización que no lo prepara a uno, de forma adecuada, para una situación sencilla como ésta. Tan común y natural. Para la rutinaria desgracia, agonía y muerte de un humilde polluelo de gorrión, en un mundo donde las reglas implacables de la Naturaleza arrasan ciudades, barren orillas, hunden barcos, derriban aviones, trituran cada día, indiferentes, a miles de seres humanos. Entonces Jesús se pone a llorar sin consuelo, como una criatura. A sus años. Llora por el pajarillo, por el perro, por sí mismo. Por el polluelo de gorrión que alguna vez fue. O que todos fuimos. Por el lugar frío y peligroso donde, tarde o temprano, quedamos desamparados al caer del nido.


GARZONES DERECHAS E IZQUIERDAS

Es curioso como, cuando lo de Pinochet (por poner un ejemplo) apenas nadie cuestionaba las motivaciones del Señor Garzón, porque claro, no nos tocaba de frente, y encima quedaba estupendo de cara a la opinión internacional que un Juez español tuviese el valor de hacer semejante cosa. Ahora es distinto, por supuesto, porque lo que pretende levantar es nuestra propia mierda. Que escasa vista y que poquita vergüenza tenéis los de Derechas. En lugar de aprovechar la incompetencia manifiesta de la izquierda para demostrar que podíais ser una alternativa seria, ya madura y libre al fin de tanto complejo histórico mal entendido, os dedicáis a emponzoñar aún más la situación. Seguís con las absurdas luchas de poder de patio de colegio, demostrando la escasa altura profesional y política que impera desde hace años en este país.
Ahora, cuando más necesario es demostrar coherencia, integridad y madurez políticas, continuáis ondeando banderitas con el águila, cantando el cara al sol y denostando todo aquello que no sea de vuestro agrado...

Con una izquierda en manos de absolutos incompetentes, que os está poniendo en bandeja las cosas. Y ni aun así sois capaces de demostrar la templanza, la seriedad y la objetividad necesarias. Al final recurriréis a lo de siempre (unos y otros) que es lo único para lo que dais: golpes bajos, fuerza desmedida, descalificaciones y, en resumen, riñas barriobajeras en las que intentáis por todos los medios gritar más alto que el oponente y probar -ojo al dato- NO que sois mejores que él, si no menos malos...

Izquierda, Derecha... que pena, de verdad, que pena. Y lo más triste es que seguís pensando que, en el fondo, todo esto no es más que un juego en el que el ganador se hace con el suculento pastel durante los años que toquen y luego a otra cosa, mariposa, sin daros cuenta de la imagen de absolutos peleles que proyectáis al mundo, y a una ciudadanía que os perdió hace muuuucho tiempo el respeto.

UNA PEQUEÑA REFLEXIÓN A MODO DE ENSOÑACIÓN PERSONAL

Anoche vi de nuevo Avatar. En DVD. Sentado tranquilito en mi habitación, con la luz apagada y un buen sonido. Y debo decir que la película, aún sin 3D ni historias semejantes, me sigue pareciendo una auténtica genialidad, a distintos niveles. La disfruté más si cabe que en el cine, porque pude centrarme en aspectos difíciles de apreciar cuando estás inmerso en una experiencia sensorial tan abrumadora como la brindada por este film en su formato 3D. El colorido, la riqueza visual, saltan a la vista, desde luego; pero además hay detalles... cientos, miles de detalles, cuidados y mimados hasta el extremo, que no había apreciado en el cine las dos veces anteriores.
Tenía cierto reparo en verla así, como una película más, sin la espectacularidad del formato estereoscópico; miedo a que, sin ese ingrediente añadido, la experiencia perdiese el 70 o el 80% de su magia. Nada más lejos de la realidad. Como ya he dicho me volvió a subyugar, ofreciéndome esta vez la posibilidad de recrearme en otras cosas, y lo más importante, de hacer diferentes lecturas de cuanto se oculta en la nueva obra maestra de Cámeron. Señores, la sensación de vértigo, de profundidad en ese mundo rico e inmenso, y sobre todo de vuelo, siguen estando realmente conseguidas en su formato 2D. Hay momentos, escenas de una belleza sobrecogedora, de una maestría fotográfica que, pese a la cantidad de puristas que se rasgan las vestiduras afirmando que eso no es cine, ya quisieran tener muchos de los considerados "genios" del "séptimo arte". Y si, replicareis: "con ese presupuesto ya me contarás; así cualquiera", a lo que tan solo os respondo: "George Lucas, o las últimas de Spielberg". Porque ellos disponían de los mismos medios, de la capacidad de disponer de lo mejorcito de la industria, y sin embargo no llegan ni por asomo a cotas semejantes. Es más, el alarde de efectos en sus últimas creaciones tiende a desmerecer sus películas. Algo que en el caso de Avatar no ocurre para nada.
Pero, en fin, a lo que iba. Mientras la veía, empecé a darle vueltas a determinadas "casualidades" que de un tiempo a esta parte se están dando aquí y allá, sin aparente conexión. Y me explico. El señor Cámeron, director y productor de Avatar, además de ser uno de los cineastas de más éxito, forma parte del consejo asesor de la NASA encargado de la futura misión tripulada a Marte. Y no es un mero título; colabora de manera muy activa (de hecho, uno de los dos planes viables que se están estudiando es directamente propuesta de él) ¿Que quiere decir esto? pues que este señor, por lógica, debe saber "un poquito" más que el resto de nosotros sobre lo que se cuece a esos niveles. Desde hace unos años, por otra parte, muchos gobiernos se están dedicando a desclasificar -sin acuerdo aparente- los expedientes OVNI, UFO, etc, sin un motivo concreto, de pronto y a la vez -recordemos que los investigadores llevan años peleando con las administraciones para acceder siquiera al más inocente de los papeles relacionados con el tema-.
El Presidente Obama, por su parte, cancela hace unos meses el proyecto de retorno a la Luna, de golpe y porrazo, tirando a la basura 8 años de trabajos técnicos y científicos, dando entonces prioridad absoluta a la conquista de Marte y a los viajes "beyond the border", considerándolos más que posibles, cuando hasta hace nada la NASA reconocía que a duras penas se veían capaces de volver a poner a un hombre en nuestro satélite. Casi al mismo tiempo empiezan a oírse rumores de una nueva tecnología de propulsión capaz de reducir la duración de los viajes al planeta rojo a solo 3 o 4 meses (con la tecnología al uso se requerirían en torno a 18), mientras la única foto OVNI considerada no manipulada por los expertos vuelve a salir a la luz tras 40 años de olvido en un cajón.
Stephen Hawkings, uno de los científicos más grandes de nuestro tiempo, se desmarca del resto de sus colegas con ciertas declaraciones sensacionales que han levantado una polvareda de aupa, en las que afirma estar convencido de la existencia de vida superior extraterrestre; no obstante, dando un sorprendente golpe de mano, recomienda encarecidamente no tratar de buscar ese ansiado contacto voluntario con nuestros hermanos del cosmos, tal y como se viene haciendo hasta ahora. Si están más evolucionados, dice, podría ocurrir algo similar a lo sucedido durante la colonización de América. Podríamos entonces vernos obligados a jugar el papel de "salvajes", con todo lo que ello conlleva si sus intenciones son hostiles. Idea que, curiosamente, el señor Spielberg, rescata del baúl de los recuerdos con el remake de La Guerra de los Mundos (un director también bastante influyente en USA, con contactos en lo más alto y que, no lo olvidemos, cuenta ya en su filmografía con 3 clásicos del género: Encuentros en la Tercera Fase, E.T. y el susodicho remake de Wells).
Por último, y como guinda del pastel, me llega una noticia contemplada recientemente en los medios serios de ciencia y astronomía. Una señal de radio anómala procedente de la galaxia M82 que se está recibiendo desde hace meses. Una señal nueva, que escapa según los analistas, a todo lo escuchado hasta ahora. Al parecer no se corresponde con ningún objeto o evento celeste conocido. Su intensidad es muy fuerte, nada errática y sea cual sea la fuente que la está transmitiendo ¡se mueve a 4 veces la velocidad de la luz! Algo que, por lo visto, solo se da en los alrededores de los más grandes agujeros negros. Pero la emisión no parece estar cerca de ninguno de ellos.
Desclasificación de documentos; reestructuración de proyectos en la NASA, con la aparición de supuestas nuevas tecnologías revolucionarias, descartando el retorno a la Luna (no olvidemos que, hasta ahora, cualquier plan serio de colonización del cosmos pasaba por la obligatoria implantación de bases habitadas fijas en el satélite, destinadas a abaratar costes, a facilitar los lanzamientos tripulados por la baja gravedad, etc. Algo que, de pronto, parece no ser necesario...); toda la tecnología de Hollywood puesta al servicio del proyecto más ambicioso de un señor que pertenece a un organismo de la NASA; proyecto que habla de la colonización de un planeta habitado por seres superiores a manos de otra raza con fines codiciosos, destructivos...; señales de radio captadas por toda una red de radiotelescopios ingleses y no desmentidas por los astrónomos; declaraciones del científico que más repercusión mediática tiene a nivel mundial, y de las que se ha hecho eco toda la prensa conocida (estoy seguro de que el señor Hawkings pensaba todo esto hace mucho ¿porque lo anuncia ahora, y de esta forma tan ostentosa?).
En fin, casualidades todas ellas, sin duda. Pero llevo un tiempo diciendo a quien quiere oírme que hay algo flotando en el ambiente, como una especie de expectación inconsciente, burbujeante que parece indicar algo. Hay presentimientos y presentimientos... y uno me hace pensar que estamos a las puertas de un acontecimiento peculiar. Puede ser en los próximos 5 años, en los próximos 10, o en los próximos 40, pero no queda mucho, sea lo que sea.

VERGÜENZA

Este es el mundo en que vivimos, señores.
Atención al titular: "Israel estudia suavizar el bloqueo a la franja de Gaza porque perjudica su imagen"... Santo Dios ¿como podemos leer algo así y no ponernos a vomitar al momento? ¡¡¿La imagen que dan?!! Eso es lo que les preocupa; eso y no que miles de niños mueran por no tener acceso a medicamentos, o a alimentos básicos.
Amigos, seguid... seguid sentados, pendientes del fútbol, Belén Esteban o la falacia absurda de la bolsa, mientras la infamia continúa pudriendo la esencia misma del Ser Humano; que cuando la mierda explote justo debajo de vuestros cómodos culos (y os aseguro que queda bastante menos de lo que imagináis), no seré ser yo quien deje de reírse al ver la expresión de imbecilidad sorprendida dibujada en vuestros rostros.

Porque las excusas fáciles, las obviedades ya no sirven para redimir a nadie hoy. Los "No tengo tiempo", "que lo arreglen los responsables", "que se puede hacer, es inútil" y demás autoengaños de ciudadano acomodado en la mediocridad tan sólo aumentan nuestra cuota de vergüenza como especie.
Hemos perdido el derecho, con nuestra vileza, a ejercer el don que nos confirió la naturaleza, al hacernos seres superiores, privilegiados, capaces de moldear, de cambiar, de arreglar nuestro entorno. No nos lo merecemos, y ahora, en lugar de ser un regalo, es un canceroso estigma de muy difícil curación.

No obstante, tranquilos, porque cuando todo esto se vaya al infierno, moriremos con una sonrisa de felicidad en la boca: la del ignorante consentido, ajeno a su grandeza perdida, desperdiciada.

HAY UN LUGAR EN EL CAMINO

Hay un lugar, allá en el Camino, donde el viajero exhausto puede detener sus pies doloridos, sin tener que mirar atrás.

Anoche, el susurro del viento me lo dijo.

Hay un lugar, allá entre los vaivenes del Camino, donde el peregrino solitario puede refrescar su alma cansada sin miedo a ser él mismo.

Anoche, mientras sondeaba el futuro incierto oteando más allá de las estrellas, el susurro del viento me lo dijo.

Hay un lugar, allí, allí mismo, en el Camino, donde el espíritu perdido puede encontrar refugio y dormir sin miedo a soñar con el peligro.
Un lugar donde el viejo caminante incomprendido encuentra descanso junto a las aguas de un profundo arroyo. Donde duerme como cuando era niño, y al despertar y ver su propio reflejo en esas aguas, es capaz de sonreír, alegre, comprensivo.

Porque hay un lugar en el Camino.
Anoche, cuando lloraba buscando a alguien a través de los cielos, el susurro del viento me lo dijo.

Allí amar no es un juego, donde gana quien más daño causa, quien más miente, quien más calla. Allí amar y querer van de la mano, cantando, bailando, sin parecer ridículos ni extraños. El amigo no se olvida, no traiciona; da sin pedir a cambio.

Anoche, cuando vi de nuevo la sombra oscura creciendo en su esquina, el susurro del viento me lo dijo.
Y yo le pregunté cómo encontrarlo.

Hay un lugar, me dijo… un lugar… donde podrías pararte a descansar, caminante solitario, y dejar por fin tus miedos. Ser tu mismo sin temor a ser juzgado.  En él comprenderás a quienes te defraudaron, perdonarás a todos los que alguna vez te hicieron daño. Podrás dejar atrás todas las cargas, para marchar de nuevo hacia donde el Camino te lleve, ligero al fin de pesares y fantasmas.

¿Vienes?

Dame la mano. Soy el viento susurrante y te lo digo.
Hay un lugar en el Camino.

¿Vienes, te digo?

Sé que andas de nuevo asustado, perdido. Que hiciste un alto en tu propio caminar para tender la mano a un joven espíritu, y ahora todo en él se ha tornado en espejismo. En otra nube de humo que se pierde en jirones, trayendo consigo el hastío.
Caminante solitario, imaginaste un puente, y no era más que otra piedra en el Camino.

Por eso te pregunto ¿vienes conmigo?
Dame la mano. Soy el viento susurrante y te lo digo.
Hay un lugar, allá en el Camino.

El viento ya no sopla. Las sombras han crecido.
¿Queréis saber dónde estoy? Buscadme en el Camino.

martes, 2 de agosto de 2011

MÉDICOS Y MÉDICAS

A todos los jóvenes y jóvenas (por aquello de la igualdad, no se me vayan a soliviantar las feministas y alguna que otra ministra mal espolvoreada en la cama):

   Ejercer la MEDICINA, la ENFERMERÍA, o cualquier oficio del ramo relacionado con la salud, ha sido siempre -y debería ser- uno de los fines más nobles a los que poder aspirar. Significa darlo todo, tu ánimo, tu esfuerzo, tus conocimientos, por la VIDA de otros seres humanos. Significa tratar con las personas en momentos malos, cuando lo peor de cada uno parece a punto de aflorar... Es una profesión que requiere, además de sabiduría universitaria, sabiduría HUMANA. Amar a tus semejantes, por encima de todo; y estar dispuesto a acompañarlos en los peores trances.
   Así que DEJAD DE ESTUDIAR tales carreras porque resulte que es lo que está de moda, es lo que hizo mi papaito, hay trabajo en el sector, o queda divino de la muerte en las series de TV. donde TODOS se lian con TODAS y se enamoran perdidamente. DEJAROS DE HOSTIAS, pandilla de snob irresponsables y subnormales. Ser MÉDICO significa salvar vidas, tener el concepto de la VIDA por encima de todo lo demás.
   Ser MÉDICO es mancharse de sangre, de orines, de fluidos corporales, aguantar malas contestaciones de gente que pierde los nervios porque tiene miedo, está asustada, o no sabe que le pasa. Ser MÉDICO es responder a la misma pregunta mil veces, con paciencia y una sonrisa. SER MÉDICO es para siempre, y no tiene horarios. Es todo eso y mucho más...
   Así que aplicaros el cuento, imbéciles descerebrados. Azares de la vida me han llevado a conocer a un buen número de médicos de última generación, por eso sé de lo que hablo (salvando honrosas excepciones, que siempre las hay).
   Si no os gusta tratar con la gente, con ese abuelo que ya no rige y saca de los nervios, con ese paciente que va sucio o huele mal, con ese otro que se cree que sabe más que tú... dedicaros a OTRA COSA. Y dejad de convertir uno de los oficios más nobles en un putiferio de mercenarios sin vocación ninguna, donde ellas van super-mega-monas esperando que el Dr. Cifuentes se de cuenta. Y ellos se pesean con el fonendo y un bronceado que ni en el Caribe, pavoneándose entre enfermeras loquitas por sus huesos.

   Y no os rasgueis las vestiduras, porque he tragado mucho en hospitales, tengo ojitos, y cada vez el espectáculo es más dantesco. Dedicaros a lo que os de la puta gana, pero no nos obligueis a ver vuestros getos con expresión de hastío, aburrimiento o prepotencia por encima de nosotros mientras estamos tumbados en la camilla, pardiez. Que no sea esa la última imagen que me lleve al otro barrio: la de un capullo o capulla sin personalidad que estudió MEDICINA o ENFERMERÍA porque Chuchi queria hacerlo también. Su mami estaba loquita por presumir de su niño en el barrio. O creció viendo Anatomía de Grey y se masturbaba pensando en batas y enfermeros/as.

   Estais consiguiendo en una sola generación que la gente deje de veros como a esa figura respetable y de confianza que aparecía en tu casa a las tantas de la noche, sin importar lluvia, truenos o relámpagos, maletín en mano y dispuesta a ofrecer, además de una cura, palabras de consuelo, y os vea como a meros funcionarios, puestos ahí para ganar prestigio social y un sueldo.

   SER MÉDICO NO ES UN TRABAJO, NO ES UNA PROFESIÓN. ES UNA VOCACIÓN, que se lleva en la sangre de por vida. Y se tiene o no se tiene. Punto.